miércoles, 16 de diciembre de 2009

Estrasburgo, ciudad de Navidad



DSC00105DSC00131 Como casi todos los años desde que vivo en Suiza, fuimos a pasar un fin de semana a Estrasburgo. De todas nuestras tradiciones de diciembre, ésta es sin duda la que más disfrutamos Dom y yo. Estrasburgo –y en general, la región de Alsacia- es famosa por tener el mercado de Navidad más antiguo de Europa (existe desde 1570) y por haber inventado muchas de las tradiciones de Navidad que pasaron de éste a otros continentes.

Así pues, fuimos a visitar a Jean-Marie, gran amigo de infancia de Dom, a Jill, su esposa, que es escocesa y de quien desde un principio me sentí muy cercana; y a Mary y Helène, sus dos hijas. La primera vez que fuimos eran aún niñas y ahora son ya todas unas jovencitas. Los cuatro son personas adorables; su departamento es muy acogedor y está lleno de libros y de velas. Pasamos en su casa tres días en los que cocinamos, conversamos largamente y nos pusimos al día sobre nuestras vidas. Visitamos con ellos el centro de la cuidad, que es muy antiguo y que alguna vez fue alemán. Estrasburgo es un cruce de caminos y punto intermedio de esa inmensa vía fluvial que es el Rin. Los canales de Estrasburgo hacen pensar en los de Ámsterdam o en los de Venecia. En diciembre, la ciudad está de fiesta y las antiguas fachadas de entramados se iluminan y resplandecen, dando a las calles un especto mágico. Estrasburgo huele a pan de especias y a galletas de gengibre. En el mercado de Navidad se vende artesanía de madera, de vidrio, textiles, muchas velas; en fin, todo un mundo de objetos tradicionales de Navidad. La mirada no se cansa de ver los escaparates repletos de chocolates, apetitosos gugelhopf, quesos y panes diversos.


Para nosotros, sin embargo, lo mejor de estas visitas anuales no es ni la ciudad ni las ricas decoraciones de Navidad, sino la compañía de nuestros amigos. Jean-Marie, Jill y sus dos hijas, que hablan en francés con papá y en inglés con mamá, saben crear y compartir generosamente el espíritu de la temporada. Jean-Marie y Dom celebran sus cumpleaños con pocos días de diferencia. Los celebramos en un restaurante típico. El domingo en la tarde, después de recorrer el mercado, empezó a nevar y regresamos a casa; tomamos té y encendimos la tercera vela de la corona de adviento. Un poco más tarde, comimos ostras y brindamos con champaña por momentos como éstos, que hacen que uno se regocije de estar vivo.




1 comentario:

  1. ¡Qué bonito todo! El mercado, tus amigos, las actividades, ahora veo porque diciembre es tu mes favorito!!

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