sábado, 3 de mayo de 2014

Leer ciudades: Londres

Hace una semana que volvimos de Londres y apenas ahora puedo sentarme a escribir sobre nuestro periplo. Es un viaje que iremos digiriendo poco a poco por las muchas impresiones que recibimos.
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Londres es una ciudad inagotable, inabarcable. Harían falta años enteros para descubrirla. Cada vez que volvemos descubrimos algo nuevo. Esta vez nos alojamos muy cerca de Bloosmbury, el barrio en el que la primera mitad del siglo XX, residieron escritores, artistas, filósofos e intelectuales como el Grupo de Bloomsbury (Virginia y Leonard Woolf, la hermana de Virginia, Vanessa, E.M. Forster, Lytton Strachey.), sobre el que escribiré en una próxima entrega.
Londres se abre ante el viajero como un gran libro de historia, como un mapa no solo geográfico, sino temporal, en el que coexisten capas sucesivas y en el que el pasado es parte inseparable del presente. Una ciudad en donde dos edificios contiguos pueden distar entre sí por siglos; donde los personajes que la han habitado a lo largo de los siglos parecen seguir presentes. Por todas partes, en elegantes casonas victorianas o en los típicos edificios de ladrillos rojos, hay placas que indican que ahí vivió o trabajó Shakespeare, Dickens, Mozart, Canaletto… o, más recientemente, Engels, Marx, Darwin, Orwell, Ted Hughes, Sylvia Plath, Paul McCartney o Doris Lessing.
Mi atracción por Londres data de mi infancia. Mamá lo visitó en los años 70 y recuerdo que durante años me contó sobre los lugares que había visitado y que le habían encantado, como el Museo Británico y la Torre de Londres, en la que había asistido a la ceremonia de las llaves, que la había impresionado. Me contaba también sobre Isabel I –una de las mujeres más poderosas de la historia−y su imperio en el que no se ponía el sol; sobre su padre, el abominable Enrique VIII; sobre personajes de ficción que casi se han vuelto reales, como Sherlock Holmes, cuya casa en Baker Street se puede visitar. Todas estas historias alimentaron mi imaginario infantil. Cuando por primera vez fui a Londres, con mamá, en los años 80 (¡hace 30 años!), lo que me interesaba sobre todo era el rock inglés, grupos como The Smiths, que marcaron profundamente mi adolescencia y primera juventud.
Recuerdo aún la impresión que me llevé entonces con esos templos de la música que eran HMV (Her Majesty Voice, famosa y enorme tienda de discos) de Oxford Street y el impresionante Tower Records, en Pickadilly Circus, que en sus cuatro pisos concentraba para mí el paraíso y en el que pasé horas en aquel primer viaje. Descubro con amargura que ya no existe. En su lugar hay un almacén caro de ropa de moda.
Londres nos recibió con cielo nublado y aire fresco. De Gatwick tomamos el tren a Victoria Station y de ahí un breve trayecto en metro (o tube, como lo llaman los londinenses) hacia Euston, para instalarnos en el hotel. Era sábado en la mañana y en cuanto dejamos nuestro equipaje en la habitación, nos dirigimos a Camden Town, famoso mercado (en realidad, son varios) de fin de semana que teníamos muchas ganas de conocer. Camden es una referencia cultural y literaria de la vida londinense: aparece tanto en las obras de Dickens como en canciones de rock. 


 
En Camden se dan cita toda clase de personas, de todas edades, aspectos y estilos. Si la excentricidad tiene algún origen, seguro que nació en Londres. En el mercado de Camden se encuentra a la venta la mayor concentración de ropa vintage y retro de Europa. Ropa y parafernalia de todas tendencias: rockabilly, goth, punk. Me llamó la atención que cuarenta y tantos años después de su auge, el punk sigue presente en esta parte de la ciudad. También se encuentran locales de comida étnica, objetos de segunda mano, antigüedades y un sinfín de objetos imaginables y originales. Todo ello entre artistas callejeros y pubs en los que el viajero aprecia detenerse a tomar un pinta de cerveza mientras contempla el bullicio del mundo, que parece reunido en las antiguas estructuras del mercado.
 
   
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Pensé en lo que mucho que habría disfrutado Camden la adolescente que fui alguna vez y para ella compré una camiseta de The Smiths y varios “pins” de grupos de rock como los que usé durante muchos años. A la adulta en que se convirtió esa adolescente, Camden la hizo viajar al pasado y volver a sentir el entusiasmo de entonces.


Pasamos un día magnífico. Al caer la tarde, nos encaminamos a la ribera sur del Támesis para subir al London Eye, esa gran rueda panorámica construida al final del milenio pasado, desde donde contemplamos unas vistas sublimes del atardecer londinense.


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5 comentarios:

  1. Me encanta leer crónicas de los lugares que visitas!

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  2. Querida Silvia :
    Gracias por tus palabras y por seguir leyéndome a pesar de que
    por alguna razón, el blog ha dejado de actualizarse en el "blogroll"
    de otros lectores ;(

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  3. Tu crónica es simplemente maravillosa Cynthia. Con tu descripción estuve allí. No conozco Londres pero sueño con deleitarme con su mundo y así darle vida a tantas imágenes que tengo de los tantos libros que leí. Gracias.

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  4. Encontre por casualidad tu bog y me encantó! Estoy viviendo en Ginebra desde hace 4 meses y aun la estoy descubriendo, pero hasta ahora me encanta!

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  5. Muchas gracias a ti, Sil, por tus amables comentarios y por seguir leyendo estas páginas; me anima mucho a continuar escribiendo.

    Gracias, Deodina, por leer estas crónicas ginebrinas.
    Bienvenida a la ciudad de Calvino ;)

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