En Suiza, por protección de las condiciones de trabajo, los domingos todos los comercios están cerrados, con excepción de unos cuantos, como las panaderías, que abren por la mañana y se llenan de gente en busca de pan para un tardío desayuno. También abren las pastelerías, que los domingos exhiben en sus vitrinas apetitosas tartas de manzana o de ciruela, strudels o éclairs de chocolate de los que, si uno va después de las cinco de la tarde, ya no encuentra casi nada. Los cafés también están abiertos, y a eso de las tres de la tarde también se llenan de gente que se encuentra con amigo a tomar un café, un vinito o un helado. En México, pienso, el domingo a las tres de la tarde es la hora de la la comida. Nadie iría a tomar un café a esa hora (¿o si?). Aquí la hora de la comida es a las doce o a más tardar a la una, por lo que las tres es la hora del café, que en México tomamos a eso de las 5 o 6, a veces incluso más tarde. Me resulta curioso pensar cómo la vida de las personas se organiza en unos y otros lugares en torno a horarios definidos quién sabe cómo hace quién sabe cuánto tiempo. Costumbres que nos permiten funcionar en una determinada sociedad. ¡Nunca por ejemplo, podría invitar a alguien aquí a comer a las tres de la tarde o proponer café a un amigo en México a esa hora!
El resto del domingo transcurre entre lectura del periódico, un paseo en el parque, encuentro con algún amigo para café –a las 3:00- o película en casa y revisión de pendientes para la semana.
Cuando yo me quiero tomar un café en la tarde...pienso en 5 o 6 pero la gente aquí piensa 1 o 2. Igual cuando la gente dice "nos vemos en la tarde" siempre tengo que pensar todo dos veces.
ResponderEliminarPero es cierto, a las 12 y 6 uno debe estar comiendo, no tomando cafés. ajjajaj