Y casi sin darme cuenta llegamos al final del verano y como cada año, siento que no he tenido suficientes días de campo en el parque, que no he paseado bastante a la orilla del lago y que no he bebido suficiente té helado. Lo curioso es que sí, sí he hecho todo eso; pero quisiera más. Quisiera que los despreocupados días estivales se prolongaran, que los días siguieran siendo largos, que siguiera habiendo fresas, frambuesas y tantas otras frutillas de esta temporada, que siguiera brillando el sol y el cielo siguiera azul y despejado.
Al ver el pronóstico del tiempo para los próximos días (20°C, lluvia y nubarrones en vez de los 30° con sol radiante de semanas pasadas), me pregunto si el encanto del verano, como el de las demás estaciones, no radica precisamente en su carácter efímero y transitorio. Me apresuro a publicar este post, pues en unos minutos, septiembre hará su entrada y con él, regresaremos a las actividades cotidianas, que por un par de meses nos permitieron hacer una pausa.
Ya guardé mis vestiditos y chanclitas veraniegas y ahora en mi closet hay abrigos, botas, bufandas.
ResponderEliminarCreo que, aunque amo el calor, mi estación favorita es el otoño.