jueves, 12 de agosto de 2010

Momentos robados

restaurant julien terrasse

París. Puente Louis-Philippe. Después de una mañana de pasear o, mas bien, de “flâner” (verbo francés que significa pasear sin prisa y sin objetivo determinado) cerca de Notre-Dame, nuestros pasos nos llevan hacia el Marais, un barrio que nos gusta por ser tan diverso. Antes de adentrarnos en sus calles, en las que conviven varias comunidades -por ejemplo, la judía ortodoxa y más recientemente, la comunidad homosexual- y justo al final del puente Louis-Philippe, vemos un restaurante encantador en una callecita casi cerrada y con pocos transeúntes. En el interior, el restaurante es una mezcla de tradición y modernidad, decorado en rojo y negro, madera, grandes ventanales. Sobrio, resplandeciente. Sin embargo, Dom y yo sucumbimos al encanto de su terraza, característicamente parisina. Nos instalamos. El mesero, muy atento, nos trae la carta, que contiene excelentes ejemplos de la cocina francesa: coq-au-vin, canard à l’orange, bœuf bourgignon, entrecôte parisien, precedidos de excelentes ensaladas. Ensalada verde y entrecôte para los dos. Pero antes, como aperitivo, Chablis muy frío. El mesero trae la botella de vino, la abre, Dom lo degusta, asiente, y después de llenar nuestras copas, para mantener frío el vino, el mesero pone la botella en un recipiente de metal lleno de hielo que fija en el borde de nuestra mesa. El vino está delicioso, afrutado, como si en él se concentrara el sabor del verano. Hablamos de muchas cosas; de los libros que encontré en Shakeaspeare and Company, del museo subterráneo que Dom descubrió bajo Notre-Dame, mientras yo pasaba horas en la librería; de lo que hemos visto en los últimos días; de nuestros proyectos para el futuro. Sorbo a sorbo, nos terminamos la botella de Chablis y llegan nuestros platos… y dos grandes copas de vino, tinto esta vez. Todo está delicioso. Sencillo y delicioso. Para el postre, para mí, fondant au chocolat, para Dom, tarta de limón. Para cerrar con broche de oro, Dom pide champaña para los dos. Sin darnos apenas cuenta, han pasado casi tres horas. Definitivamente, hoy es una de esas ocasiones especiales que no se planean, sino que surgen, uno de esos momentos robados a la vida cotidiana, que después de años se recuerdan aún. Las miradas cómplices entre dos personas que se aman, la conversación, la agradable sensación de embriaguez que agudiza los sentidos, los colores, la felicidad. Último bocado de fondant au chocolat, últimas gotas de champaña. Más tarde, caminando por el Marais, nos sentimos aún embriagados de vino y de felicidad. ¡Qué bien hace permitirse una locura de vez en cuando!

restaurant julien interieur

Chez Julien, 1, Rue Pont Louis Philippe, 75004 París

3 comentarios:

  1. ¡¡Que bonito!! Me imaginé todo y fui feliz de saber que era una historia real donde la protagonista es alguien que estimo.

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  2. Escuchaba "Eet" de Regina Spektor mientras leia el articulo. Excelente convinacion de melancolia y felicidad. Te amo.. Escribes delicioso! Te admiro y te extraño.

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  3. Gracias por tan amables comentarios!

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