Cuánta felicidad me embarga cuando despierto y encuentro junto a mí el regalo de una mañana. –Abbie Graham
Despierto esta mañana de Epifanía con el ánimo que no sentí el 31 de diciembre (estaba en cama con un fuerte resfriado): la sensación de que este año está lleno de posibilidades y sueños renovados, que se despliega como una página nueva que espera ser escrita; de que estos doce meses, colmados de cosas que nunca han sido −como leemos en ese poema de Rilke que tanto me gusta−, nos ofrecen cientos de oportunidades de buscar lo que nos hace sentir plenos y en consonancia con nosotros mismos.
Me parece esencial saber qué es lo que nos hace bien. En mi caso, para sentirme en equilibrio, me es indispensable dedicar suficiente espacio de mi vida a la creatividad. A veces unos cuantos minutos al día son suficientes para dibujar o escribir. También dar un paseo diario e ir a pie casi a todas partes me hace sentir vital y llena de energía, y aunque en invierno sea tentador quedarme en la comodidad y el calor de casa, me motivo para salir al día frío vigorizador. Leer, por supuesto. La pila de libros por leer aumentó en Navidad y en mi cumpleaños y están también las novelas y ensayos que no ocupan espacio en la estantería, pero que esperan silenciosos su turno en el Kindle.
Este año, me digo también que sería maravilloso aprender a cocinar y retomar el alemán, que dejé olvidado hace tanto tiempo. Sería maravilloso que Dom y yo pudiéramos seguir descubriendo juntos el mundo e integrando experiencias enriquecedoras a nuestra vida.
Sueños renovados para un año del que hemos escrito apenas unos cuantos renglones.
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