Se accede a la tienda Amazon directamente desde el aparato, que cuenta con una conexión internet inalámbrica. Lo que me ha asombrado mucho es la instantaneidad de la cosa: basta pulsar unos cuantos botones para elegir el libro entre los cientos de miles que se encuentran disponibles (por ahora, el 99% en inglés, aunque empiezan a surgir opciones de librerías virtuales en otros idiomas), descargarlo, esperar unos segundos para empezar a leer. No todo es agradable en el Kindle; también me llena un terrible sentimiento de culpa cuando pienso que al utilizarlo fomento la desaparición de mis lugares preferidos: las librerías. Cuestión compleja y ética ésta. Un verdadero dilema ante la inminencia de este nuevo modo de leer libros. Para mí, el libro –el real- no está obsoleto ni lo estará aún durante mucho tiempo. Ni siquiera estoy de acuerdo con llamar “libro electrónico” a un lector electrónico. Eso sí, el atractivo principal del Kindle es que nos ha puesto la borgiana biblioteca de Babel a unos clics de distancia.
jueves, 21 de abril de 2011
To kindle or not to kindle
Se accede a la tienda Amazon directamente desde el aparato, que cuenta con una conexión internet inalámbrica. Lo que me ha asombrado mucho es la instantaneidad de la cosa: basta pulsar unos cuantos botones para elegir el libro entre los cientos de miles que se encuentran disponibles (por ahora, el 99% en inglés, aunque empiezan a surgir opciones de librerías virtuales en otros idiomas), descargarlo, esperar unos segundos para empezar a leer. No todo es agradable en el Kindle; también me llena un terrible sentimiento de culpa cuando pienso que al utilizarlo fomento la desaparición de mis lugares preferidos: las librerías. Cuestión compleja y ética ésta. Un verdadero dilema ante la inminencia de este nuevo modo de leer libros. Para mí, el libro –el real- no está obsoleto ni lo estará aún durante mucho tiempo. Ni siquiera estoy de acuerdo con llamar “libro electrónico” a un lector electrónico. Eso sí, el atractivo principal del Kindle es que nos ha puesto la borgiana biblioteca de Babel a unos clics de distancia.
lunes, 11 de abril de 2011
Cambiar lo cotidiano
Me basta con introducir un pequeño cambio en mi rutina diaria, como pasar por otra calle en vez de la que tomo siempre, participar en un café filosófico un martes en la noche, visitar una galería de arte, probar una nueva receta de cocina, sentarme unos minutos en una banca del parque y observar los árboles, para que todo me parezca nuevo. La sensación de posibilidad no es permanente; se desvanece, pero vuelve en otro momento y me sorprende siempre, como todo lo efímero. Eso es lo placentero. Hacer pequeñas alteraciones en mis hábitos –que son como un par de zapatos cómodos- me permite experimentar ese sentimiento de novedad y ver el mundo con ojos frescos. Lo mejor de todo es que estos cambios, por ser tan pequeños, están disponibles en cualquier momento, solo tengo que ir a buscarlos.