domingo, 25 de septiembre de 2011

El instante sms


Aunque debo confesar que tengo uno (¿y quién no, en nuestros días?), que es por cierto el modelo más sencillo que venden en el supermercado, no soy afecta al teléfono móvil -o “celular”, como lo llamamos en México-. Añoro la época en que uno salía de casa y nadie podía interrumpirnos en medio de un paseo, de una conversación o de un monólogo consigo mismo. Cuando no estábamos obligados a estar siempre disponibles. Con todo, no dejo de reconocer lo conveniente que resulta tener un teléfono a la mano cuando surge algo urgente o importante, sobre todo ahora que la cabina telefónica se ha vuelto un objeto del pasado. En fin, lo único que me gusta del móvil es enviar y recibir mensajitos, pues estos, a diferencia de las llamadas, son discretos y uno puede verlos cuando le plazca. Sobre este tema, hace poco leí un texto de Philppe Delerm -un autor francés muy conocido que reflexiona y escribe profusamente sobre los objetos y la vida cotidiana-, me gustó mucho y me apeteció traducirlo:

  El instante sms


Un leve bip lo anuncia; un sobre se dibuja arriba a la izquierda de la pantalla del teléfono móvil. Una simple presión del pulgar y aparecen las palabras: “Estoy en el Jardin des Plantes. Hace un día excelente. Estoy leyendo el último libro de Botton. Besos. Enviado el 10.04.2003 a 15:45:37 De: V …06 89 …”
Leemos el texto unos segundos después de que ha sido escrito. Las letras negras resultan extrañas. Cada una de ellas está constituida por una infinidad de minúsculos cuadritos que dan a las palabras una especie de relieve de contornos ásperos, de una prodigiosa y sintética regularidad. Nos asombra ver que este artilugio casi virtual obedece a la voluntad de una persona conocida y nos transfiere su presencia.
Estamos en la calle, en otra ciudad. No tuvimos que ir a buscar el mensaje a un buzón con la espera, la expectación, el ritual de abrir el sobre ni el riesgo de sufrir una decepción. No estábamos en una oficina, como con el fax. El sms surge en la más neutra y suave infracción. Nos quedamos mirándolo en el hueco de la mano en vez de atravesar la calle cuando cambia a verde la luz del semáforo. Apenas un minuto después, “Estoy en el Jardin des Plantes” sigue siendo cierto. “Estoy leyendo el último libro de Botton” solo fue falso durante el instante en que V suspendió su lectura para comunicárnoslo. El presente del sms no tiene comparación. Sobre un fondo ligeramente verdoso, lo único que necesita es silencio. Otra vida se hace presente, con un desfase tan ínfimo que parece una complicidad adicional, como si jugáramos atravesar las paredes de vidrio del laberinto de la feria. Pareciera que no hay ondas eléctricas, únicamente una horizontalidad de líneas planas que borran el espacio. De pronto, en el hueco de la mano, adquieren relieve los árboles del parque y un trozo de cielo parisino. Cuando el semáforo cambie por tercera vez, atravesaremos por fin.


Philippe Delerm
Enregistrements pirates
Ed. Du rocher, 2003

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