viernes, 11 de febrero de 2011

Adiós, letargo invernal

Cuando uno había empezado a creer que el invierno duraría para siempre, que seguiríamos teniendo eternamente mañanas grises y húmedas y viento muy frío; de pronto, el día es luminoso –aún frío, sí, pero luminoso- el cielo, de un azul intenso y límpido, como recién lavado. Salimos y la mañana huele a fresco, casi a nuevo. La naturaleza empieza a despertar de su siesta invernal, algunas hojas empiezan a brotar tímidamente de los árboles, que han permanecido desnudos durante meses. Poco a poco, nos desplazamos hacia la primavera y ganamos en luz diurna y en buen ánimo. El invierno va quedando atrás. Todavía no es primavera y aún habrá alguna mañana gris, pero ya los rostros en la calle se ven más risueños ante la promesa de más horas de sol, y nos sentimos llenos de vitalidad. Días como hoy me sintonizan con la mejor parte de mí misma y me transmiten la sensación palpable y física de que el mundo está lleno de posibilidades

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