viernes, 15 de octubre de 2010

Nuestras ocupadas vidas

Eternamente ocupados y distraídos del momento presente con teléfonos móviles cada vez más sofisticados, pantallas en las que en segundos, pueden desfilar cientos, millares de imágenes, y horas y horas de música y de video. Dispositivos de toda suerte que nos permiten comunicarnos con gente a miles de kilómetros de distancia pero que nos impiden fijarnos en la persona que tenemos enfrente (como en los premonitorios relatos de Ray Bradbury, publicados en los años 50), en el mundo que tenemos enfrente.
Estas reflexiones no son una diatriba contra internet ni contra las nuevas tecnologías, que utilizo y disfruto –este blog da fe de ello-; siento, sin embrago, que en vez de enriquecernos con ambos mundos, el real y el virtual, vivimos cada vez en este último, ensimismados en nosotros mismos, en nuestros chats (alguna vez, en una época notan lejana, el verbo inglés to chat quiso decir conversar cara a cara), absortos en nuestro universo privado e impenetrable. Me parece que cerramos así posibilidades al encuentro con otros. Tal vez esto solo me refiera a lo que veo aquí en Suiza; sin embargo, tengo la impresión de que este modo de vivir se ha generalizado, y que en todas partes vivimos ya así, conectados permanentemente a la red, temiendo perdernos de algo en el dramático caso de desconexión, cuando me parece que es todo lo contrario: que vivir en lo virtual, nos hace perdernos del mundo real que nos espera ahí afuera, a la vuelta de la esquina.

lunes, 11 de octubre de 2010

"Crónica de los días que pasan" cambia de nombre

Puesto que desde hace ya siete años (no deja de sorprenderme cómo vuela el tiempo) vivo en esta ciudad y escribo desde ella y sobre lo que aquí vivo, me pereció que su nombre debía figurar en el título de este espacio, como pequeño reconocimiento a un lugar que se ha convertido en mi hogar y en escenario de experiencias que me ha enriquecido y transformado.

Por lo demás, la bitácora no cambia. Seguiré escribiendo sobre cuestiones que me interesan. También quisiera escribir más sobre la ciudad misma.

Estos días, las exigencais cotidianas (principalmente la tesis y traducciones para una organizaión internacional) no me dejan apenas tiempo para escribir, incluso esta breve entrada, lo que resulta paradójico, pues paso el día escribiendo. Escribir en el blog es algo diferente; es una escritura personal, a veces íntima, que me permite llegar a personas queridas que no están conmigo en Ginebra, a todos esos amigos a los que no puedo llamar y para vernos dentro de una hora en "Les Recyclables" para tomar café y contarnos cómo nos ha ido el día, la semana.

A los que están aquí, que también leen este blog, qué les parece vernos pronto para un café o un vinito?

viernes, 1 de octubre de 2010

Llegó el otoño



¡Ya es otoño aquí… mi estación del año preferida! De una semana a otra todo cambió; la temperatura bajó 10 grados (de 23° a 13°). El ángulo de la luz también es diferente; ahora cae oblicua. Los días son luminosos y fríos. El viento, que en verano era fresco, se ha vuelto frío. La luz ámbar que inunda todo, las hojas de los árboles que encienden en rojos y ocres antes de caer, así como los días que se acortan, nos recuerdan que ya empezamos el viaje hacia ese otro país que será el invierno. Ya guardamos la ropa ligera y sacamos la ropa abrigadora (aunque aún no los abrigos más gruesos).



Cuando recién llegué a Suiza, me sorprendió ver cómo la vida de la gente se organiza alrededor de las estaciones del año. En verano, se vive al aire libre y a nadie se le ocurre ir al cine salvo si es al aire libre, mientras que en otoño, las actividades pasan al interior. En octubre, lejos quedan los días del verano en que anochece a las 10 P.M; los días cada vez son más cortos. Los museos presentan nuevas exposiciones y empieza la temporada de teatro y de conciertos clásicos. En cuanto tenga un momento libre, echaré un vistazo al programa del teatro de Carouge (nuestro barrio), que cada año nos sorprende con puestas en escena de obras contemporáneas o clásicas siempre originales, como la memorable “Casa de muñecas”, de Ibsen, que Dom y yo disfrutamos tanto hace un par de años.
Actividad muy propicia para días fríos.