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Ir de compras no ha sido nunca mi actividad favorita per se, o por lo menos, no a menudo. Disfruto ir de compras cuando estoy de viaje y, desde que vivo aquí, dos veces al año: durante las rebajas.
Las cavilaciones siguientes me llegan después de haber caído también –inútil negarlo- en esa especie de euforia compradora que llega con las temporada de rebajas, que en Suiza se realizan a fines de junio-principios de julio y en enero, y que ofrecen descuentos sumamente atractivos (del 50% y hasta un 70%), que no puede uno perderse por nada del mundo si quiere renovar el guardarropa o comprar enseres para la casa que durante las rebajas se consiguen por la mitad de lo que cuestan el resto del año. Por supuesto, las rebajas son fuente de infinitas tentaciones, pues conciernen también a las nuevas tecnologías: esos aparatos cada vez más sofisticados con los que vivimos soñando, esos intrusos de nuestra vida de los que ya pocos sabemos prescindir. Consumimos, compramos, adquirimos y acumulamos cantidades de objetos que con el tiempo se vuelven estorbosos o caen en el olvido al ser reemplazados por otros.
En contraste, qué increíble resulta imaginar que las posesiones de algunos monjes budistas se reducen a un tazón, a un par de palitos de madera con que comer, y la ropa puesta; es decir, a aquellos objetos verdaderamente necesarios para vivir cotidianamente.
Sin llegar a tales extremos, creo que a nuestras sociedades basadas en el consumo nos haría bien un poco de esa frugalidad. Este verano, Dom y yo nos hemos decidido deshacernos de los objetos que no hemos utilizado en los últimos dos años y que invaden nuestro desván. Si no los hemos necesitado durante ese tiempo, quiere decir que no nos hacen falta y podemos prescindir enteramente de ellos. Será difícil, pues ambos tenemos apego a los objetos, pero nos enseñará a adquirir solamente lo que en necesitamos. También es una forma de compartir, pues la ropa que ya no nos ponemos o los libros que ya no releeremos irán del contenedor que hay en la calle, a una institución de beneficencia que les encontrará un mejor uso para alguien más.
Las ofertas siempre son tentadoras...justo acabo de regresar de comprar dos cosas en barata.
ResponderEliminarYo amo escombrar y deshacerme de cosas que ya no uso, mi sueño es un hogar minimalista, pero realmente no estoy nada cerca. (Amo los closets, todo en cajas, etc)