Finales de agosto. Aunque oficialmente aún falten tres semanas para que termine, el verano casi se ha ido. Sin embargo, agosto todavía nos obsequia días espléndidos, como el de hoy. Un día luminoso, con cielo azul, despejado y un ligero viento que hace que los 25 °C que tenemos de temperatura no nos agobien. Días así, en Ginebra, son ideales para poner un tentempié en la mochila, tomar un libro o el periódico e ir a pasar la tarde al parque más cercano. Sola o con Dom, improvisar un picnic en el parque −con lectura y vinito− es una de mis -y nuestras- actividades estivales preferidas. Esta tarde, por ejemplo, ha sido perfecta. El verano en estas latitudes tiene el encanto y la ligereza de las cosas transitorias. En julio y agosto, la gente está más descansada, más disponible. Se vive fuera y abundan las actividades al aire libre; un perfume de vacaciones flota en el ambiente.
Hacia finales de agosto, esto va cambiando poco a poco. Los niños y jóvenes se preparan para volver a clases, los viajeros regresan a casa y retoman la rutina, se ven menos turistas en la ciudad, las heladerías dejan de estar abarrotadas y ya no anochece a las 10 p.m. El final de agosto nos recuerda que aunque el verano aún sigue aquí, hay que exprimirlo para sacarle las últimas gotas, pues estos días radiantes que tanto disfrutamos no volverán hasta dentro de un año. Estos últimos días de agosto nos instan a saborear cada momento que ya le estamos robando al otoño.